martes, 9 de febrero de 2010

SOBRINO VA A SER DOCTOR HONORIS CAUSA POR LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA

“Hay que trabajar por una civilización de la pobreza, superadora de la riqueza, responsable de la enfermedad imperante” asegura el teólogo

El sacerdote jesuita Jon Sobrino ha recibido en este lunes la comunicación del nombramiento de “doctor honoris causa” de la Universitat de València de manos del rector, Francisco Tomás. El teólogo fue nombrado doctor honoris causa por el Consejo de Gobierno el pasado 29 de septiembre, pero a consecuencia de su delicado estado de salud, no ha podido asistir a la solemne ceremonia con la que la Universitat distingue a las personas que destacan por sus relevantes méritos académicos.

Sobrino cursó estudios de teología en la universidad norteamericana de San Luis y de ingeniería en la universidad de Frankfurt, y está considerado uno de los representantes más cualificados de la teología de la liberación. En la propuesta de nombramiento el rector puso de relieve cómo el teólogo jesuita “ha contribuido a desarrollar un espacio de reflexión social desde el principio ético de la parcialidad a favor de los pobres, de la esperanza y de la paz, que da que pensar, capacita para pensar y enseña a pensar”.

En su estudio de la Universidad Centro Americana (UCA), Sobrino mantuvo una animada y profunda conversación con el rector, que bien podría haber servido como lección magistral en su investidura como doctor honoris causa. “Hay que comunicar que la bondad es posible, porque aunque sepamos que sólo con eso no se construye el mundo, sin la bondad y con egoísmo ¿adónde va el mundo?” se preguntó. En El Salvador, “hablar de Jesús de Nazaret tiene un impacto social y por eso se mató a miles de gentes”, dijo recordando las 75.000 víctimas de las matanzas del ejército y los paramilitares contra la población campesina y los propios jesuitas.

El sacerdote subrayó que, aunque ha desaparecido la violencia militar, El Salvador sigue siendo el país de Latinoamérica con más homicidios por habitante, que un tercio de la población se ha visto obligada emigrar y que es una de las naciones de las que menos se habla. “Sin embargo – aseguró- hay en su gente raíces de humanización, que vienen de los mártires jesuitas”. Sobrino bromeó con el rector sobre la llamada delantera eléctrica del Valencia CF de los años cuarenta (Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostiza) algo que le dio pie para reflexionar sobre el fútbol y los pobres del planeta. “A un señor que juega al fútbol le pagan 94 millones de euros”, dijo recordando alguno de los fichajes más sonados de la liga española. “¿Qué es pecado?”, se preguntó. “Pecado es lo que da muerte y cuando leí en el Marca que en un partido entre el Madrid y el Lazio había 700 millones de euros en el campo, no pude evitar consultar un anuario de economía y comprobar que esa cantidad es el doble del presupuesto nacional de países como el Chad”.

Rosas rojas

Sobrino mostró al rector el jardín en el que asesinaron al padre Ignacio Ellacuría (rector de la UCA) a otros cinco jesuitas y a dos trabajadoras de la universidad. Un jardín de tierra negra, donde hoy florecen ocho rosas rojas y que se ha convertido en un centro de peregrinación. El sacerdote le regaló al rector su libro “Fuera de los pobres no hay salvación”, una obra cuya escritura le produjo “un gran desasosiego”. “Sigo desasosegado –confesó- pero sé que si no la hubiera escrito, hubiera sido peor”. “Los jesuitas, a veces, no mentimos”, dijo con sorna.

La figura del antiguo rector de la UCA, mereció una reflexión especial. Aunque va en aumento el reconocimiento al Ellacuría asesinado, hay también un Ellacuría olvidado para el que la tarea más difícil de nuestro tiempo es “revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección”, para sanar “una civilización gravemente enferma” y “evitar así un desenlace fatídico y fatal”. Según Sobrino hay tres cosas de Ellacuría que han quedado olvidadas. La primera es el pueblo crucificado –“el” signo de los tiempos-, al que hay que bajar de la cruz sabiendo que uno mismo puede acabar en la cruz. La segunda es trabajar por una civilización de la pobreza, contraria y superadora de la riqueza, responsable de la enfermedad de la civilización imperante. La tercera son sus palabras “con monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”, lo que, según Sobrino, “remite a algo íntimo y beneficioso “ que se hace presente “en los defensores de las víctimas”. “Con monseñor Romero vimos el amor en estado puro”, dijo evocando la figura del obispo asesinado por la extrema derecha, para recordar que “falta gente que diga que queremos hacer el bien porque eso nos hace más humanos”.

Sobrino reflexionó también sobre el papel de la iglesia oficial y la jerarquía eclesiástica. “Jerarquía –recordó- quiere decir poder sagrado, pero ese poder no se pone a producir para el bien; aquí en Latinoamérica, la Iglesia es una fuerza social muy buena, pero en España es un desastre.” El sacerdote abogó por “una auténtica conversión que le dé la vuelta al calcetín” porque “ahí está la esperanza”. Del trabajo de sus compañeros jesuitas asesinados dijo que queda el testimonio de que “la bondad fue posible”, porque “lo malo es cuando se decide que no hay espacio para la bondad”.

El rector, que estuvo acompañado de la secretaria general de la Universitat, Marisa Contri y de la vicerectora de Relaciones Institucionales y Cooperación, Rosa Moliner, tiene previsto inaugurar hoy en San Salvador, un centro de salud regional, impulsado por la Universitat de València con la colaboración de otras instituciones.

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