"No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas, o un extranjero que vive en alguna de las ciudades de tu país. Págale su jornal ese mismo día, antes que se ponga el sol, porque está necesitado, y su vida depende de su jornal"
Deuteronomio 24:14-16
Nadie se lo esperaba. Lo ha buscado y rebuscado. Elegido a conciencia, el texto de la Biblia seleccionado por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se sale de los caminos trillados habituales. Y sintoniza con los textos clásicos de la Teología de la Liberación, que tanto bien está haciendo en Latinoamérica y tantos dolores de cabeza ocasiona al Vaticano.
Zapatero optó por un texto del Antiguo Testamento, para hacer un guiño al diálogo interreligioso y a las raíces multirreligiosas de España. Con ese texto, entronca directamente con el judaísmo e, indirectamente, con la otra gran religión del Libro, el Islam. Y, por supuesto, con el cristianismo, que asume como propios los libros de esa parte de la Biblia. Libros que lo acercan a su "hermano mayor" el judaísmo. Un texto, pues,religioso y no exclusivamente cristiano.
En segundo lugar, se trata de un texto liberador. Con una denuncia clara y explícita de la explotación del hombre por el hombre. Un texto que prohíbe tajantemente la explotación. Pero no la explotación de cualquiera, sino la de los trabajadores menos cualificados, la de los jornaleros pobres y necesitados. Los últimos de los últimos.
El pasaje citado por Zapatero no sólo condena la explotación de los jornaleros, sino que, además, precisa que no está permitida ni con los hermanos ni con los inmigrantes. Ni con los de dentro ni con los de fuera.
Además, para el jornalero, autóctono o inmigrante, la Biblia prescribe darle su jornal de cada día "antes de que el sol se ponga", para evitar la explotación en cuanto al número de horas trabajadas. Un jornal diario, porque el que trabaja necesita su sustento y el de su familia cada día. Una clara reivindicación de la justicia, del clásico dar a cada uno lo suyo. Y el que trabaja merece su salario.
El pasaje concluye con una advertencia clara y tajante a los explotadores: "Si no, (el explotado) apelará al Señor, y tú serás culpable". Es decir, el grito de los afligidos llega siempre a los oídos de Dios. Es lo que, teológicamente hablando, la Teología de la Liberación consagró ya en la célebre fórmula de la "opción preferencial" por los pobres.
Es decir, Dios quiere a todos y a todos viene a salvar. Pero estima más o tiene una predilección especial por los más pobres y necesitados. Como la tienen los padres pos sus hijos más débiles. Por eso, Cristo proclamará que de esos, de los más pobres, "es el Reino de los cielos". Y, en cambio, enviará al rico Epulón, injusto y sin escrúpulos, al infierno de los condenados.
Un canto, pues, a la solidaridad, a la alianza de civilizaciones y a lo mejor de las raíces de las tres grandes religiones monoteístas: la lucha por la Justicia, en contra de la opresión del hombre por el hombre
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