John A.T. Robinson, en su libro 'Sincero para con Dios'
Intentaré precisar mi posición desde un ángulo histórico. El movimiento que se inició poco más o menos en el siglo XIII (no voy a perderme ahora en una discusión acerca de su época exacta) y que tendía al logro de la autonomía humana (entendiendo con eso el descubrimiento de las leyes según las cuales el mundo vive y se basta a sí mismo en los dominios de la ciencia, de la vida social y política, del arte, de la ética y de la religión) ha alcanzado en nuestros días una cierta culminación. El hombre ha aprendido a componérselas solo en todas las cuestiones importantes sin recurrir a Dios como "hipótesis de trabajo". Eso es ya evidente en las cuestiones científicas, artísticas e incluso éticas, y ya nadie osaría ponerlo en duda; pero, de un centenar de años a esta parte, ha ido haciéndose asimismo cada vez, más válido en las cuestiones religiosas; hoy día resulta obvio que, sin "Dios", todo "marcha ahora tan bien como antes. Igual cómo en el campo científico, también en el dominio humano "Dios" va siendo rechazado cada vez más lejos y más fuera de la vida: en ella está perdiendo terreno.
Los historiadores protestantes y católicos coinciden en considerar esta evolución como la gran deserción que nos aleja de Dios y de Cristo, y cuanto más recurren y mayor uso hacen de Dios y de Cristo para oponerse a ella, tanto más anticristiana se declara esta evolución. El mundo, que ha cobrado conciencia de sí mismo y de sus leyes vitales, se siente tan seguro de sí mismo que llega a inquietarnos. Fracasos y catástrofes no logran hacerlo dudar de la necesidad del camino que sigue y de la evolución que lleva cabo; todo lo soporta con viril serenidad e incluso no constituye excepción un acontecimiento como la actual guerra. La apologética cristiana ha adoptado las más variadas formas para oponerse a semejante seguridad. Intenta demostrar al mundo, ya mayor de edad, que no le es posible vivir sin el tutor "Dios". Aunque se haya capitulado en todas las cuestiones seculares, quedan todavía las llamadas "cuestiones últimas" –muerte, culpabilidad-, en las que sólo' Dios puede darnos una respuesta y debido a las cuales tenemos necesidad de Dios, de la Iglesia y del pastor. Hasta cierto punto, pues, nosotros vivimos de esas pretendidas "cuestiones últimas'' de los hombres. Pero, ¿qué ocurrirá si, un día, dejan de existir como tales, es decir, si también estas cuestione hallan una respuesta "sin Dios"?..
El ataque a que se libra la apologética cristiana contra este mundo que ha llegado a su edad adulta me parece en primer lugar absurdo, en segundo lugar innoble, y finalmente no cristiano. Absurdo –porque viene a ser como un intento para retrotraer un hombre adulto al tiempo de su adolescencia, es decir, para volverlo a hacer dependiente de muchas cosas de las que, de hecho, ya se ha independizado y para enfrentarlo con unos problemas que, de hecho, han dejado de ser problemas para él. Innoble –porque así se intenta sacar provecho de la debilidad de un hombre para una finalidad que le es ajena, y que no ha suscrito libremente. No cristiano –porque así se confunde a Cristo con un grado determinado de la religiosidad del hombre, es decir, con una ley humana.40
Bonhoeffer habla del Dios de la "religión" como de un deus ex machina. Debe estar "ahí" para proporcionamos respuestas y explicaciones en cuanto rebasamos el punto en que fallan nuestra comprensión y nuestras capacidades. Pero semejante Dios es rechazado constantemente y cada vez más lejos a medida que asciende la marea de los estudios seculares. En ciencia, en política, en ética, ya nadie siente la necesidad de un suplefaltas o un parachoques así; y ya no se le requiere para que garantice, para que resuelva, o para que venga a redimir nada en ningún sentido. De este mismo modo escribe Julian Huxley:
La hipótesis dios carece ya de todo valor pragmático para la interpretación o comprensión de la naturaleza, y a menudo incluso se yergue como una barrera en el camino de una mejor y más verdadera interpretación de ella. Funcionalmente, Dios empieza a parecerse, no a un príncipe, sino a la última sonrisa mustia de un Chreshire Cat cósmico.41
Muy pronto, a un hombre o a una mujer inteligentes y cultivados les será tan imposible creer en Dios como hoy día les resulta imposible creer que la tierra sea, plana, que las moscas surjan por generación espontánea, que la enfermedad manifieste un castigo divino o que la muerte siempre sea imputable a brujería. Sin duda los dioses sobrevivirán, pero bajo la protección de los intereses creados o al amparo de las mentes haraganas, como títeres manejados por los políticos o como refugios para las almas desgraciadas e ignorantes. 42
Y en esta última guarida, según Bonhoeffer, en el mundo privado de la necesidad individual, es donde conserva "último lugar secreto" el Dios que a codazos ha sido arrojado de todas las demás esferas. Ésta es, pues, la esfera de la "religión" y éste el lugar donde actúan ahora las Iglesias, cumpliendo su trabajo entre los que sienten o pueden ser inducidos a sentir esta necesidad.
En cuanto haya desaparecido lo que hasta ahora constituyó el fundamento de nuestro cristianismo, no podremos pisar tierra firme "en religión" sino en algunos "últimos caballeros" o en unos pocos hombres intelectualmente desleales. ¿Acaso habrían de ser éstos el reducido número de los elegidos? ¿Y acaso nosotros deberíamos precipitamos con fervor o indignación, a guisa de fanáticos, sobre este grupo de hombres dudosos para encontrar en ellos un mercado a nuestra mercancía? ,¿Deberíamos abalanzamos sobre unos pocos desdichados en sus momentos de debilidad y, por decido así, violentados religiosamente?43
La respuesta de Bonhoeffer es que deberíamos ser lo bastante osados para descartar "el a priori religioso", igual como san Pablo tuvo el valor de echar por la borda la circuncisión como una precondición del Evangelio, y para aceptar "la llegada del mundo a la edad adulta" como un hecho dado por Dios. "No podemos ser honestos sin reconocer que hemos de vivir en el mundo etsi deus non daretur44 –incluso en el caso de que Dios no estuviera "ahí". Como los hijos que, al crecer, arrinconan por inservible la firme estructura religiosa, moral e intelectual de su hogar, en la que "papá" estaba siempre presto para acudir en su ayuda, así también "Dios; nos hace" saber que hemos de vivir como hombres que logran vivir sin Dios. ¡El Dios que está con nosotros es el "Dios que nos abandona!"45
El Dios que nos deja vivir en el mundo, sin la hipótesis de trabajo Dios, es el mismo Dios ante el cual nos hallamos constantemente. Ante Dios y con Dios, vivimos sin Dios. Dios, clavado en la cruz, permite que lo echen del mundo. Dios es impotente y débil en el mundo, y sólo así está Dios con nosotros y nos ayuda...
Ésta es la diferencia decisiva con respecto a todas las demás religiones. La religiosidad humana remite el hombre, en su necesidad, al poder de Dios en el mundo: así Dios es el deus ex machina. Pero la Biblia lo remite a la debilidad y al sufrimiento de Dios; sólo el Dios sufriente puede ayudar. En este sentido podemos decir que la .evolución del mundo hacia la edad adulta de la que antes hemos hablado, al raer toda falsa imagen de Dios, libera la mirada del hombre para encaminarlo al Dios de la Biblia, el cual adquiere poder y sitio en el mundo gracias a su impotencia. Aquí es donde deberá entrar en juego "la interpretación mundana".46
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