martes, 22 de junio de 2010

ZONA PELIGROSA

Vicente Romero
(Desde Buenos Aires)

En las cercanías de la Villa 31, como a la entrada del Bajo Flores, el GPS del taxi vocifera ‘atención se aproximan a zona peligrosa.’ Cada vez que penetramos en alguno de los muchos núcleos de marginación y miseria urbana que rodean a Buenos Aires, suenan los mismos campanazos de alarma que avisan al conductor de la presencia de un radar. Pero el consejo de reducir la velocidad para evitar las multas se transforma en perentoria advertencia contra los riesgos de adentrarse en los barrios donde malviven los empobrecidos. Los taxistas siguen las instrucciones de la voz metálica que les guía como si se tratara del verbo divino. Y rehúsan llevar pasajeros a las villasmiseria.

La pobreza es peligrosa porque no obedece a las normas del sistema que la fabrica. Todo el mundo lo sabe. Sería absurdo que los miserables cumplieran escrupulosamente las leyes que los condenan a un infierno sin salida. Para sobrevivir se ven impelidos a delinquir: a construir su hogar en una chabola, a conectarse ilegalmente al tendido eléctrico, a atentar contra una sacrosanta propiedad privada siempre ajena. Gente peligrosa que ambiciona comer cada día y es sospechosa de necesitar el contenido de los bolsillos de quienes llegan en taxi a retratar el escenario de sus desdichas.

Hay quien, además de temer la amenaza de los marginales, parece creer que la pobreza sea contagiosa. Recuerdo un corresponsal español en Buenos Aires --un hombre de izquierdas por cierto-- que, cada vez que tenía que hacer una crónica de la injusticiallevaba en el bolsillo un envase de alcohol en gel, para desinfectarse las manos. Lógico que cuanto más conscientes están los privilegiados, más les aterre pensar que las carencias se peguen como las enfermedades. De un robo se recuperarían enseguida. Pero enloquecerían de ansiedad si quedaran atrapados entre las infraviviendas de una villamiseria.

Sin embargo, el equipo de Vagamundos --un programa de TVE aún en ciernes, cuyos pilotos estamos rodando-- preferimos seguir el consejo que nos dio Eduardo Galeano: ‘buscad la cultura en la calle, entre los más humildes y escuchad la voz de quienes el sistema condena al silencio.’ Otro buen amigo, Federico Luppi, nos dijo frente al imponente edificio del Congreso que ‘lo esencial de la lucha política no está ahí dentro, sino entre quienes tienen que pelear diariamente por lo más elemental de la vida’. Ignoramos los consejos/órdenes del GPS, y nos adentramos en los barriospeligrosos donde tal vez aniden miles de delincuentes potenciales pero no existe ni una sola de esas cuevas de ladrones que proliferan en el centro de Buenos Aires: sedes bancarias, oficinas de grandes corporaciones, comercios de firmas multinacionales… centros nerviosos de un sistema despiadado que considera a las víctimas de la pobreza como una amenaza social.



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