jueves, 24 de junio de 2010

LOS DIÁLOGOS DERIVARON EN INTERROGATORIOS

ENTREVISTA CON JOSÉ ARREGI

Tras el atormentado grito profético de hace unos días en nombre de la santa libertad de los hijos de Dios, el teólogo franciscano José Arregirepasa los sentimientos que le provoca la decisión de su obispo, monseñor José Ignacio Munilla, de desterrarlo.

¿Puso todo de su parte para restablecer las relaciones rotas con monseñor Munilla?

Tras mi primera entrevista con él, aquí en Aránzazu, creo que en el mes de febrero, en un primer momento soñé, efectivamente, que juntos pudiéramos reconducir la situación y entablar un diálogo franco y libre. Y me presté a ello gustoso, y me pareció que el obispo se prestaba también con muy buena voluntad. Me invitó a cenar a su casa y allí me propuso fechas y temas de diálogo.

¿Se sometió a un escrutinio con el obispo?

Munilla no me planteó nada de eso en ningún momento, ni a mí se me pasó por la cabeza. Yo pensaba que iban a ser simplemente diálogos abiertos sobre temas teológicos y morales. Yo le reclamé "un lugar en la Iglesia también para mi error", si error fuera. Luego, a medida que se desarrollaron los diálogos -dos largas sesiones de dos horas y media cada una-, fui viendo que eran en realidad interrogatorios e indagaciones, y le dije claramente que en esas condiciones no merecía la pena.

¿Qué es lo que no le perdona el obispo: que haya descubierto lo de la carpeta "Mafia" y/o que lo haya hecho público?

No fui yo quien lo descubrió ni quien lo hizo público, pues era ampliamente conocido en la diócesis cuando yo lo supe. No quiero pensar que lo de ahora sea una pura represalia por aquello, pero creo que, de alguna forma, aquello de entonces es determinante en esto de ahora.

¿Qué sintió al enterarse de que le había llamado "agua sucia"?

Sinceramente, no recuerdo haberme sentido ofendido por eso. Después me ha hecho reír bastante. Pero tienen razón aquellos que se indignan de que el obispo quiera enviar las aguas sucias de aquí a América. Eso no se hace.

¿Espera el apoyo del clero donostiarra?

Sé que la inmensa mayoría me apoya, independientemente de que esté de acuerdo o no con mi teología. Pero no espero declaraciones de apoyo. Si se dan, las agradeceré, pero no quiero de ninguna manera estar pendiente de eso, y, en cualquier caso, yo no promoveré ni colaboraré en ninguna iniciativa.

¿La justicia y la conciencia están, lógicamente, por encima de la obediencia debida al obispo?

La justicia es infinitamente más que mi conciencia, eso lo primero. Al igual que la verdad es infinitamente más que mi insignificante perspectiva. Pero creo que es mi deber buscar la justicia y la verdad de acuerdo a mi conciencia Por lo demás, así lo ha enseñado siempre la Iglesia. La conciencia es sagrada, y por eso mismo debe también ser muy humilde, buscadora, dialogante.

Lo más probable es que, al final, usted tenga que irse desterrado a América, tal y como exige monseñor Munilla. ¿Aceptará el castigo?

No se me pasa por la cabeza que nadie me destierre, ni que yo pueda aceptarlo. Entre otras cosas, porque si aquí hago daño, también lo haría allí donde fuera. Tendría que ir a alguna isla deshabitada. Eso podría ser maravilloso, pero no, no será así.

¿Le ha convertido monseñor Munilla en el chivo expiatorio por no sentirse aceptado ni querido en la diócesis?

Sinceramente, no me siento chivo expiatorio. Si acaso, soy uno más en la infinita muchedumbre de cristianos y cristianas que, en Guipúzcoa y en el mundo entero, con responsabilidades o sin responsabilidades eclesiales, sufren la cerrazón, la intransigencia y en última instancia el miedo patológico de la actual jerarquía eclesiástica.

Y de ningún modo juzgo y condeno a Monseñor Munilla en persona. Estoy seguro de que él, con su propia historia y personalidad, lo hace desde la mejor voluntad. Y también él sufre. Todos somos víctimas de unas estructuras eclesiales clericales, autoritarias, antidemocráticas, y de una teología medieval que chirría y es insostenible en el siglo XXI.



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