domingo, 31 de enero de 2010

LA IGLESIA EN EL ABISMO

Henri Boulad, un jesuita egipcio, lanza un SOS en una carta al Papa

"La Iglesia precisa una triple reforma urgente: teológico-catequética, espiritual y pastoral"

El jesuita egipcio más destacado en los ámbitos eclesial e intelectual,Henri Boulad, lanza un SOS para la Iglesia de hoy en una carta dirigida a Benedicto XVI. La misiva ha sido transmitida a través de la Nunciatura en El Cairo. El texto circula en medios eclesiales de todo el mundo.


Santo Padre:
Me atrevo a dirigirme directamente a Usted, pues mi corazón sangra al ver el abismo en el que se está precipitando nuestra Iglesia. Sabrá disculpar mi franqueza filial, inspirada a la vez por "la libertad de los hijos de Dios" a la que nos invita San Pablo, y por mi amor apasionado por la Iglesia.

Le agradeceré también sepa disculpar el tono alarmista de esta carta, pues creo que "son menos cinco" y que la situación no puede esperar más.

Permítame en primer lugar presentarme. Jesuita egipciolibanés de rito melquita, pronto cumpliré 78 años. Desde hace tres años soy rector del colegio de los jesuitas en El Cairo, tras haber desempeñado los siguientes cargos: superior de los jesuitas en Alejandría, superior regional de los jesuitas de Egipto, profesor de teología en El Cairo, director de Caritas-Egipto y vicepresidente de Caritas Internationalis para Oriente Medio y África del Norte.

Conozco muy bien a la jerarquía católica de Egipto por haber participado durante muchos años en sus reuniones como Presidente de los superiores religiosos de institutos en Egipto. Tengo relaciones muy cercanas con cada uno de ellos, algunos de los cuales son antiguos alumnos míos. Por otra parte, conozco personalmente al Papa Chenouda III, al que veía con frecuencia. En cuanto a la jerarquía católica de Europa, tuve ocasión de encontrarme personalmente muchas veces con alguno de sus miembros, como el cardenal Koening, el cardenal Schönborn, el cardenal Martini, el cardenal Daneels, el Arzobispo Kothgasser, los obispos diocesanos Kapellari y Küng, los demás obispos austríacos y otros obispos de otros países europeos. Estos encuentros se producen con ocasión de mis viajes anuales para dar conferencias por Europa: Austria, Alemania, Suiza, Hungría, Francia Bélgica... En estos recorridos me dirijo a auditorios muy diversos y a los media (periódicos, radios, televisiones...). Lo mismo hago en Egipto y en Oriente Próximo.

He visitado unos cincuenta países en los cuatro continentes y he publicado unos treinta libros en unas quince lenguas, sobre todo en francés, árabe, húngaro y alemán. De los trece libros en esta lengua, quizá haya leído Usted "Gottessöhne, Gottestöchter" [Hijos, hijas de Dios], que le hizo llegar su amigo el P. Erich Fink de Baviera.

No digo esto para presumir, sino para decirle sencillamente que mis intenciones se fundan en un conocimiento real de la Iglesia universal y de su situación actual, en 2009.

Vuelvo al motivo de esta carta, intentaré ser lo más breve, claro y objetivo posible. En primer lugar, unas cuantas constataciones (la lista no es exhaustiva):

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1. La práctica religiosa está en constante declive. Un número cada vez más reducido de personas de la tercera edad, que desaparecerán enseguida, son las que frecuentan las iglesias de Europa y de Canadá. No quedará más remedio que cerrar dichas iglesias o transformarlas en museos, en mezquitas, en clubs o en bibliotecas municipales, como ya se hace. Lo que me sorprende es que muchas de ellas están siendo completamente renovadas y modernizadas mediante grandes gastos con idea de atraer a los fieles. Pero no es esto lo que frenará el éxodo.
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2. Seminarios y noviciados se vacían al mismo ritmo, y las vocaciones caen en picado. El futuro es más bien sombrío y uno se pregunta quién tomará el relevo. Cada vez más parroquias europeas están a cargo de sacerdotes de Asia o de África.
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3. Muchos sacerdotes abandonan el sacerdocio y los pocos que lo ejercen aún -cuya edad media sobrepasa a menudo la de la jubilación- tienen que encargarse de muchas parroquias, de modo expeditivo y administrativo. Muchos de ellos, tanto en Europa como en el Tercer Mundo, viven en concubinato a la vista de sus fieles, que normalmente los aceptan, y de su obispo, que no puede aceptarlo, pero teniendo en cuenta la escasez de sacerdotes.
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4. El lenguaje de la Iglesia es obsoleto, anacrónico, aburrido, repetitivo, moralizante, totalmente inadaptado a nuestra época. No se trata en absoluto de acomodarse ni de hacer demagogia, pues el mensaje del Evangelio debe presentarse en toda su crudeza y exigencia. Se necesitaría más bien proceder a esa "nueva evangelización" a la que nos invitaba Juan Pablo II. Pero ésta, a diferencia de lo que muchos piensan, no consiste en absoluto en repetir la antigua, que ya no dice nada, sino en innovar, inventar un nuevo lenguaje que exprese la fe de modo apropiado y que tenga significado para el hombre de hoy.
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5. Esto no podrá hacerse más que mediante una renovación en profundidad de la teología y de la catequética, que deberían repensarse y reformularse totalmente. Un sacerdote y religioso alemán que encontré recientemente me decía que la palabra "mística" no estaba mencionada ni una sola vez en "El nuevo Catecismo". No lo podía creer. Hemos de constatar que nuestra fe es muy cerebral, abstracta, dogmática y se dirige muy poco al corazón y al cuerpo.
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6. En consecuencia, un gran número de cristianos se vuelven hacia las religiones de Asia, las sectas, la new-age, las iglesias evangélicas, el ocultismo, etcétera. No es de extrañar. Van a buscar en otra parte el alimento que no encuentran en casa, tienen la impresión de que les damos piedras como si fuera pan. La fe cristiana que en otro tiempo otorgaba sentido a la vida de la gente, resulta para ellos hoy un enigma, restos de un pasado acabado.
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7. En el plano moral y ético, los dictámenes del Magisterio, repetidos a la saciedad, sobre el matrimonio, la contracepción, el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, el matrimonio de los sacerdotes, los divorciados vueltos a casar, etcétera, no afectan ya a nadie y sólo producen dejadez e indiferencia. Todos estos problemas morales y pastorales merecen algo más que declaraciones categóricas. Necesitan un tratamiento pastoral, sociológico, psicológico, humano... en una línea más evangélica.
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8. La Iglesia católica, que ha sido la gran educadora de Europa durante siglos, parece olvidar que esta Europa ha llegado a la madurez. Nuestra Europa adulta no quiere ser tratada como menor de edad. El estilo paternalista de una Iglesia "Mater et Magistra" está definitivamente desfasado y ya no sirve hoy. Los cristianos han aprendido a pensar por sí mismos y no están dispuestos a tragarse cualquier cosa.
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9. Las naciones más católicas de antes -Francia, "primogénita de la Iglesia" o el Canadá francés ultracatólico- han dado un giro de 180º y han caído en el ateísmo, el anticlericalismo, el agnosticismo, la indiferencia. En el caso de otras naciones europeas, el proceso está en marcha. Se puede constatar que cuanto más dominado y protegido por la Iglesia ha estado un pueblo en el pasado, más fuerte es la reacción contra ella.
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10. El diálogo con las demás iglesias y religiones está en preocupante retroceso hoy. Los grandes progresos realizados desde hace medio siglo están en entredicho en este momento.


Frente a esta constatación casi demoledora, la reacción de la iglesia es doble:

- Tiende a minimizar la gravedad de la situación y a consolarse constatando cierto repunte en su facción más tradicional y en los países del tercer mundo.

- Apela a la confianza en el Señor, que la ha sostenido durante veinte siglos y será muy capaz de ayudarla a superar esta nueva crisis, como lo ha hecho con las precedentes. ¿Acaso no tiene promesas de vida eterna?

A esto respondo:

- No es apoyándose en el pasado ni recogiendo sus migajas como se resolverán los problemas de hoy y de mañana.

- La aparente vitalidad de las Iglesias del tercer mundo es equívoca.Según parece, estas nuevas Iglesias atravesarán pronto o tarde por las mismas crisis que ha conocido la vieja cristiandad europea.

- La Modernidad es irreversible y por haberlo olvidado es por lo que la Iglesia se encuentra hoy en semejante crisis. El Vaticano II intentó recuperar cuatro siglos de retraso, pero se tiene la impresión que la Iglesia está cerrando lentamente las puertas que se abrieron entonces, y tentada de volverse hacia Trento y Vaticano I, más que hacia Vaticano III. Recordemos la declaración de Juan Pablo II tantas veces repetida: "No hay alternativa al Vaticano II".

- ¿Hasta cuándo seguiremos jugando a la política del avestruz y a esconder la cabeza en la arena? ¿Hasta cuándo evitaremos mirar las cosas de frente? ¿Hasta cuándo seguiremos dando la espalda, crispándonos contra toda crítica, en lugar de ver ahí una oportunidad de renovación? ¿Hasta cuándo continuaremos posponiendo ad calendas graecas una reforma que se impone y que se ha abandonado demasiado tiempo?

- Sólo mirando decididamente hacia delante y no hacia atrás la Iglesia cumplirá su misión de ser "luz del mundo, sal de la tierra, levadura en la pasta". Sin embargo, o que constatamos desgraciadamente hoy es que la Iglesia está en la cola de nuestra época, después de haber sido la locomotora durante siglos.

- Repito lo que decía al principio de esta carta: "¡SON MENOS CINCO!" -¡fünf vor zwölf!- La Historia no espera, sobre todo en nuestra época, en que el ritmo se embala y se acelera?

- Toda operación comercial que constata un déficit o disfunción se reconsidera inmediatamente, se reúne a expertos, intenta recuperarse, se movilizan todas sus energías para superar la crisis.

- ¿Por qué la Iglesia no hace otro tanto? ¿Por qué no moviliza a todas sus fuerzas vivas para un aggiornamento radical? ¿Por qué?

- ¿Por pereza, dejadez, orgullo, falta de imaginación, de creatividad, quietismo culpable, en la esperanza de que el Señor se las arreglará y que la Iglesia ha conocido otras crisis en el pasado?

- Cristo, en el Evangelio, nos pone en guardia: "Los hijos de las tinieblas gestionan mucho mejor sus asuntos que los hijos de la luz..."

ENTONCES, QUÉ HACER?... La Iglesia tiene hoy una necesidad imperiosa y urgente de una TRIPLE REFORMA:

1. Una reforma teológica y catequética para repensar la fe y reformularla de modo coherente para nuestros contemporáneos.

Una fe que ya no significa nada, que no da sentido a la existencia, no es más que un adorno, una superestructura inútil que cae de sí misma. Es el caso actual.

2. Una reforma pastoral para repensar de cabo a rabo las estructuras heredadas del pasado.

3. Una reforma espiritual para revitalizar la mística y repensar los sacramentos con vistas a darles una dimensión existencial, a articularlos con la vida.

Tendría mucho que decir sobre esto. La Iglesia de hoy es demasiado formal, demasiado formalista. Se tiene la impresión de que la institución asfixia el carisma y que lo que finalmente cuenta es una estabilidad puramente exterior, una honestidad superficial, cierta fachada. ¿No corremos el riesgo de que un día Jesús nos trate de "sepulcros blanqueados"?

Para terminar, sugiero la convocatoria de un sínodo general a nivel de la iglesia universal, en el que participaran todos los cristianos -católicos y otros- para examinar con toda franqueza y claridad los puntos señalados más arriba y los que se propusieran. Tal sínodo, que duraría tres años, se terminaría con una asamblea general -evitemos el término "concilio"- que sintetizara los resultados de esta investigación y sacara de ahí las conclusiones.

Termino, Santo Padre, pidiéndole perdón por mi franqueza y audacia y solicito vuestra paternal bendición. Permítame también decirle que vivo estos días en su compañía, gracias a su extraordinario libro "Jesús de Nazareth", que es objeto de mi lectura espiritual y de meditación cotidiana.

Suyo afectísimo en el Señor,
P. Henri Boulad, s.j.

TRANSCRIPCIÓN DE LA ENTREVISTA A JOSE M. CASTILLO


"Jesús mandó a los apóstoles a evangelizar descalzos, y al Papa lo reciben como a un jefe de Estado"

"El poder de la Iglesia de hoy me da lástima y coraje"

El teólogo José María Castillo presenta "La humanización de Dios"

José Manuel Vidal

José María Castillo es uno de los grandes de la teología en España y en el mundo. Es un teólogo de raza, que sabe combinar a la perfección el ensayo profundo, el libro serio, con la divulgación. Por ello se convirtió en un teólogo de referencia, tanto a nivel clerical como a nivel de bases. Hace unos años dejo la Compañía de Jesús. Decía, en aquella época, que para sentirse más libre. Es un teólogo, como todos los que están en frontera, perseguido por Doctrina de la Fe (con varios mónitums contra él), pero que sigue en la brecha. No se ha quemado. Es de los que siguen dando el pan de sus libros a la gente. Por ejemplo, su nuevo ensayo editado por Trota: La humanización de Dios.

P- José María, buenos días. Es un placer tenerte con nosotros.

R- Encantado, muchas gracias.

P- Y es un placer doble, porque contamos también con tu blog, que dignifica aun más nuestra página.

R- Eso para mí es también un regalo. Me siento muy a gusto, y lo considero una generosidad por vuestra parte.

P- ¿Cuál es la tesis fundamental de tu nuevo libro?

R- Creo que la tesis está suficientemente indicada en el título. Dios, en la historia de las religiones, es considerado como un ser trascendente y, por lo tanto, distante e inalcanzable. En un orden completamente distinto e inasequible al ser humano. Por tanto, las religiones a lo máximo que llegan es a hablar de la relación del hombre con Dios. La originalidad del cristianismo es que habla de la unión del hombre con Dios. Y desde ese momento, hay que preguntarse si es que el hombre es elevado a la condición divina, o si Dios desciende y se identifica con la condición humana.

P- ¿Como el texto de los Filipenses?

R- Claro, porque no hay término medio. Hay que optar por lo uno o por lo otro. Es verdad que la definición dogmática del Concilio de Calcedonia, en el siglo V, optó por una solución que parecía intermedia: decir que es verdadero Dios y que es verdadero hombre, pero que en Él hay una sola persona que es divina. Con lo cual, sin decirlo, está diciendo que es más Dios que hombre.

P- ¿Y tú pretendes darle la vuelta?

R- Pretendo sencillamente tomar como punto de arranque un misterio central del cristianismo: la Encarnación. Que Dios se hace carne, como dice el Nuevo Testamento. Y hacerse carne es descender e identificarse con lo más profundamente humano. Desde ese punto de vista, tenemos todo el derecho del mundo a decir que Dios, en Jesús, se ha humanizado. Y, por lo tanto, se identifica con todo lo humano. Hasta el extremo de poder decir, en el famosos texto del Juicio Final: "Lo que hicisteis a uno de estos, a mí me lo hicisteis".

P- ¿Pero eso es también doctrina de la Iglesia?

R- Eso está en el Evangelio, y por ello la Iglesia tiene el deber sagrado de enseñarlo, defenderlo y explicarlo.

P- ¿Y en el Credo?

R- Sí, pero lo que ocurre es que el Credo, tanto en su fórmula corta (del Concilio de Nicea) como en la más amplia (del Concilio I de Constantinopla) se redactó en unas condiciones marcadas por una fuerte influencia política. De los emperadores. No olvidemos que los 4 primeros concilios de la Iglesia no fueron convocados por los papas, sino por los emperadores. Costeados, aprobados y promulgados por ellos. Que hasta Teodosio I (finales del siglo IV) utilizaban el título de Sumo Pontífice.

P- ¿O sea que nuestra fe descansa en los emperadores romanos?

R- Yo no digo tanto, pero sí que los emperadores tuvieron una influencia determinante en la formulación de aquellos concilios. Hasta el punto que uno de los grandes temas que se estudia sobre aquellos tiempos es el cesaropapismo, que fue el hecho de la intervención de los emperadores en la teología. Imponiendo sus criterios y sus puntos de vista. Yo en el libro pongo un ejemplo muy elocuente y actual: figurémonos que Obama convoca un concilio ecuménico en la Casa Blanca. Que allí lleva a todos los obispos del mundo, les paga, aprueba él los documentos y los promulga. Mucha gente se pondría en guardia.

P- Evidentemente.

R- Es verdad que no se puede trasponer el siglo IV o V al XXI, porque sería una injusticia histórica y una ingenuidad pedagógica. Pero no olvidemos que hay grandes paralelismos entre una cosa y otra.

P- ¿Entonces ese cesaropapismo arrastró la definición de Cristo más hacia lo divino, mermando la parte humana?

R- Efectivamente. El empeño de Nicea contra el imperante Constantino fue afirmar como dogma la identidad de sustancia, de ser, de Jesucristo con Dios, con el Padre. En ese sentido, se salvó la divinidad de Cristo, al afirmar que su naturaleza era la misma que la del Padre. Pero se cargó tanto la mano en los siglos siguientes en el aspecto de la divinidad (y aquí aparecen los Padres de la Iglesia), que aquello terminó en que en el Concilio de Calcedonia lo que se tuvo que defender fue la humanidad. Porque lo que defendía el monofisismo del monje Eutiques era que Jesús no era un ser humano como los demás. Divino pero no humano. Y eso la Iglesia lo condenó también.

Lo que ocurre es que en la Iglesia sigue habiendo un monofisismo eterno oculto, disimulado. Hay mucha gente que está convencida de que Jesucristo es dios. Santo Tomás, en la Summa Teologica, se pregunta si Jesús hacía las necesidades humanas.

P- Si iba al baño como cualquier humano.

R- Claro. Un viejo profesor que yo tuve decía que eso que dijo Santo Tomás es una estupidez, porque Jesús era un ser humano, y todo lo que es humano es propio de Jesús.

P- Da la sensación de que a la Iglesia le da cierta vergüenza. No sólo ese tema, sino el del deseo sexual de Cristo. ¿Tuvo o no tuvo deseos sexuales?

R- Si eso es humano, tuvo que tenerlos.

P- ¿Y por qué ese miedo a reconocerlo?

R- Porque hay ciertas constantes en la experiencia humana. En los siglos I, II y III era el gnosticismo, que anteponía lo divino a lo humano. Espíritu-materia, sobrenatural-natural. Después, esa tendencia ha ido reapareciendo en distintas formas. En el fundamentalismo y en las tendencias más liberales.

P- ¿Sigue hoy la Iglesia teniendo miedo a la humanización de Cristo?

R- Y no sólo de Cristo, que era plenamente humano, sino de Dios. La clave está en la pregunta de Felipe en la Última Cena, cuando le dice a Jesús: "Señor, muéstranos al Padre". Jesús le responde: "Felipe, ¿todavía no me conoces?". Si yo fuera Felipe le habría dicho: "Sí, a ti sí te conozco. Lo que quiero es conocer a Dios". Pero es que Jesús añadió, sin hacer falta esta intervención: "El que me está viendo a mí, está viendo al Padre".

Ver a Jesús era ver a Dios. Oírle era oír a Dios. Tocar a Jesús era tocar a Dios.

Por tanto, desde el momento en que Dios se humaniza, se funde con la carne. Con lo más débil de la condición humana.

P- ¿Asumiendo todas las consecuencias?

R- Toda la debilidad, menos el pecado. Menos la maldad, que es inhumanidad, deshumanización. Todo lo que es plenamente humano lo asume.

P- ¿Pero también tuvo que enfadarse?

R- Pues claro que sí. En la sinagoga, cuando el manco, preguntó si la religión permitía curar o dañar una vida. Se callaron, y el Evangelio de Marcos dice que Jesús les dirigió una mirada de ira. ¡Ira, no indignación!

P- En la famosa escena del templo, que se pone a veces como ejemplo de eso, cuando coge el látigo, ¿sintió indignación o también ira?

R- Probablemente las dos, porque habían convertido el templo en una cueva de bandidos.

P- ¿La humanización sigue trayendo hoy problemas? Pagola es un claro ejemplo actual.

R- Evidentemente. Hay una resistencia no confesada pero muy fuerte. Porque lo humano es lo más básico de nuestra condición, anterior a lo cultural, lo religioso, etc. Y Dios se identifica con ello. A Dios se le encuentra ante todo en lo laico, en lo común a todos los seres humanos. Por ejemplo: la salud, la alimentación, el respeto, las relaciones humanas. Estas fueron las grandes preocupaciones de Jesús. Y para eso apelaba a Dios. Porque Jesús sabía muy bien que sin fe, sin unas convicciones hondas, la condición humana no da de sí. Porque lo inhumano predomina en nosotros. El Pecado Original.

Entonces, a mí me parece que la originalidad de mi libro es que dice que a Dios lo tenemos que buscar, ante todo, en lo humano. Y que el cristianismo está para humanizarnos.

P- ¿Eso no quiere decir que tú niegues que Dios era también perfecto?

R- No, de ninguna manera. Lo estoy afirmando: el perfecto Dios se expresa, se revela, en la perfecta humanidad. Este es el gran misterio de Jesús.

P- ¿Y es la perfecta humanidad una de las asignaturas pendientes de la teología? ¿Por qué se ha investigado poco ahí?

R- Es que los teólogos muchas veces dan la impresión de que conocen más a Dios que al hombre. Prueba de ello es que se preguntan: "¿Jesús es Dios?". Si analizas esa pregunta, te das cuenta de que en el fondo están diciendo que saben lo que es Dios. Y preguntan si eso se le puede aplicar a Jesús. Y yo al que hace esa pregunta le preguntaría: "¿Usted sabe lo que es Dios? ¿Lo ha visto, lo conoce?".

A Jesús lo conocemos por la historia evangélica. Se puede discutir sobre valor histórico, pero que ahí hay la realidad de un galileo, trabajador del siglo I, que vivió de tal forma, tuvo tales convicciones, hizo tales cosas y murió del tal manera, lo sabemos con sobrada seguridad. A partir de ahí tenemos que conocer a Dios.

P- ¿Sería más fácil conocer al Jesús hombre que al Jesús dios?

R- Claro, lo es. A partir del Jesús hombre podemos empezar a conocer al Jesús dios. Porque si yo me voy directamente al dios en sí, ¿qué puedo saber? Lo dijo Aristóteles, es la metafísica de los griegos. La especulación de los intelectuales merece respeto, pero el Evangelio tiene más credibilidad.

P- ¿O sea que lo que sabemos de Dios lo sabemos porque Jesús nos lo dijo de Dios?

R- Evidentemente. Por eso él es revelador y revelación de Dios. Es la imagen de Dios invisible. O, como dice la carta a los hebreos, "Dios finalmente nos ha hablado en su Hijo". Por medio de su hijo, que es Jesús.

P- Uno déficit que señalas en la cristología es la cristología política de la Iglesia antigua. ¿Qué quieres decir con ello?

R- Me refiero al cesaropapismo. A la influencia de los intereses políticos en la teología. Se comprende que esto pasara, porque era el tiempo de la decadencia del Imperio. Aquello se iba al traste, y se agarraron a lo que pudieron. Como vieron que el cristianismo iba en aumento, se agarraron a él. Pero, claro, a ellos no les interesaba un Dios crucificado. Y el problema con el que se encontraron fue que el cristianismo predicaba que el dios en el que creían era un crucificado. Y eso significaba un esclavo, o un extranjero, o un subversivo. ¿Cómo arreglaron eso? Creando un dios Todopoderoso. El pantocrátor, que era un título imperial, se lo colgaron a Jesucristo. Pero el Dios que sale en los evangelios es un Dios misericordioso.

P- "Todobondadoso".

R- Eso es. La gente no necesita poderes que le dominen, sino comprensión, misericordia, respeto, tolerancia, ayuda para nuestra debilidad. Este sería el mejor servicio que la Iglesia pudiera hacer.

P- ¿Y eso lo pude hacer la iglesia del poder, identificada con el Vaticano? Sólo ver el Vaticano da la sensación de que estamos ante un gran poder.

R- No es sólo una sensación, es una realidad. La cúpula y la plaza de San Pedro, la majestuosidad de un cardenal revestido con todos sus ornamentos, son una expresión simbólica de una realidad. La Iglesia predica constantemente el Evangelio. Hay mucha gente en la Iglesia que lo predica y lo vive, y sufre por causa del Evangelio. Hay obispos y sacerdotes y religiosas y religiosos en sitios donde no va nadie. Por ejemplo, en América Latina. Curas que lo pasan fatal, en los peores sitios. Pero eso no es noticia en ninguna parte. Lo que es noticia son las grandes reuniones en la Plaza de San Pedro o en cualquier sitio donde vaya el Papa a ser recibido como un grande de este mundo, como un jefe de estado.

Y la gente no se aclara. Porque, ¿cómo juntar esas imágenes con lo que se lee en el Evangelio? Jesús le dio también mucha importancia a esto. Y cuando mandó a los apóstoles a evangelizar les dijo: "No llevéis dinero, ni bastón de mando, ni sandalias; no llevéis dos túnicas". Porque así se evangeliza. Yo creo que evangelizó más San Francisco de Asís con su humildad y su sencillez, o la buena gente por ahí perdida, curas, monjas, laicos... que estos personajes que aparecen con esa pompa. A mucho nos desconcierta y otros les causa malestar. Aunque haya grupos que necesitan eso.

P- Y lo peor desde mi punto de vista es que esa tendencia se está acrecentando últimamente. Vamos hacia una Iglesia de la pompa y de la liturgia y nos alejamos de los pobres.

R- Claro, porque la Iglesia, a medida que va perdiendo poder en el tejido social, se aferra a esas cosas.

P- ¿Por la pérdida de influencia?

R- Sí. Ya la está perdiendo por toda Europa. Por todo el mundo, a medida que la cultura va avanzando. Por eso la Iglesia se agarra al integrismo dogmático, a la política, etc, pensando que con eso va a compensar las carencias en otros ámbitos. Que son los decisivos.

Decisivo es el Sermón del Monte, que determina la convivencia entre la gente. Pero eso no se transmite, no se contagia a la opinión pública, al pueblo.

P- ¿Ves alguna salida? ¿Hay posibilidad alguna de que esta creciente involución pueda dar marcha atrás? ¿Es la Iglesia una institución sabia? Si supiera equilibrar, al pasarse hacia un lado, el movimiento pendular la tendría que traer hacia el centro, para admitir a todos.

R- Bueno, la esperanza que tenemos es que van a llegar a tal límite, que se van a dar cuenta de que por ahí ya no se avanza más. Hay mucha gente convencida de eso, no solamente entre laicos y seglares, sino también entre los obispos. Lo que pasa es que en los ambientes clericales hay mucho miedo. Y, por tanto, falta de libertad.

P- ¿Miedo a la pérdida del poder?

R- Sí. Y a las reprimendas que vienen de Roma. A mí, cuando era jesuita, un obispo me habló con toda confianza. Estaba en una gran diócesis de España, y me contó cómo los controlan desde Roma, mediante un mónitum, un aviso. Y me contó algún ejemplo, como el del cardenal de Barcelona muerto hace unos años, al que le mandaban mónitum tras mónitum por cosas muy extrañas. Hasta que un día se hartó, tomó un avión, se fue a Roma y preguntó: "¿Qué pasa aquí?".

P- ¿En época de Pablo VI o de Juan Pablo II?

R- Creo que de Pablo VI.

P- ¿Ya empezó ahí la cosa?

R- La cosa viene de muy atrás, de muy lejos. El mundo interno de la Curia vaticana es un misterio, incluso para los que están dentro.

El caso es que buscaron, y encontraron que aquellos mónitum le venían al cardenal de Barcelona nada menos que por denuncias que mandaba a Roma un sacerdote que estaba en un psiquiátrico.

P- Qué barbaridad.

R- Claro. Y si en Roma le prestan atención a un anónimo o a una denuncia de un demente para intimidar a un cardenal, hay algo que no funciona bien.

P- ¿Hay miedo entre los teólogos que estáis en la frontera?

R- Sí.

P- ¿Y autocensura, por lo tanto?

R- Lo que pasa es que muchos nos somos conscientes del miedo. Hay una afirmación de un sicoanalista francés que dice: "La obra maestra del poder consiste en hacerse amar". Y si el poder es religioso, se hace amar mucho más. Amamos al que nos controla, al que nos prohíbe, nos amenaza y no nos deja pensar con libertad.

P- ¿Y eso impide rebelarse?

R- Claro. Yo pienso, por ejemplo, en San Antonio de Padua. Yo recomendaría a muchos obispos y sacerdotes leer sus sermones. O el Tratado de Consideracione de San Bernardo. O a Santa Catalina de Siena. Y no estoy citando teólogos de la Liberación, sino santos de los siglos XII y XIII, místicos de la Edad Media.

P- ¿Ese círculo es el que rompes tú cuando decides que no hay espacio suficiente para respirar (dentro de la Compañía de Jesús)?

R- Sí, eso me influyó notablemente para tomar la decisión que tomé. Que, a los 78 años, no es fácil tomar. Pero es que a mí se me hacía muy difícil pensar con libertad y decir libremente lo que pensaba. Y me dije: "El poco tiempo de vida que me quede, que no será mucho, quiero poder pensar y hablar con libertad, hasta donde me sea posible".

P- Y eso es algo que se agradece, porque hay pocas voces absolutamente libres, que puedan expresar lo que sienten. Porque en la Iglesia se murmulla mucho, se critica por lo bajo, pero hay muy poca gente que se atreva a salir a los medios públicos a decir, por ejemplo, lo que tú estás diciendo.

R- Lo que yo siento es que haya personas que se puedan escandalizar. Que se van a irritar o a sentir mal leyendo mis libros o esta entrevista. Pero también pienso que en los evangelios (Dios me libre de ni siquiera querer asemejarme al Señor) Jesús escandalizó a mucha gente. Y Monseñor Romero, o Don Helder Cámara, escandalizaron también a mucha gente. Recuero esa frase tan conocida: "Cuando doy pan a un pobre, me llaman santo; cuando pregunto por qué hay pobres, dicen que soy comunista". Es decir, se escandalizan. Pero yo creo que esto es inevitable.

P- Pero no se escandalizan los sencillos. Se escandalizan, o hacen que se escandalizan, los talibanes que defienden la Iglesia enrocada.

R- Es verdad. Yo siempre digo una cosa: Jesús fue extremadamente tolerante. Pero fue intolerante con los intolerantes. De ahí la dureza y la firmeza con que trata a escribas y fariseos, según los relatos evangélicos.

P- Alguna cuestión de actualidad. Se acaban de producir dos nombramientos, uno muy polémico: el de Monseñor Munilla en San Sebastián, sin consultar con la diócesis, etc. ¿Quién manda en la Iglesia española en este momento?

R- El cardenal Rouco tiene un poder muy grande.

P- ¿Sin contrapesos?

R- Los tiene, pero están ocultos, según dicen quienes conocen el mundo interno de la Conferencia Episcopal. Rouco se ha dado cuenta de que la línea que él ha tomado es bastante coincidente con la que domina hoy en el Vaticano. Alguien dirá: "Pues eso es lo que tiene que hacer". Pero yo diría: "Cuidado". Porque esa línea es coincidente con el fundamentalismo religioso más tajante, y con la derecha política.

Yo respeto que quieran seguir esa línea, son libres para hacerlo. Pero que no quieran imponerla para todos. Porque hay gente de una sana izquierda, de una postura más respetuosa, liberal y tolerante desde el punto de vista religioso, que son buenos cristianos. Pero en España se tiene la impresión de que, como no te identifiques con la derecha mas allá de la cual ya está la pared, como decía el otro día uno, no te puedes identificar con Roma.

P- Y eso incluso cierra el "mercado religioso", el potencial. Si Iglesia somos todos, seamos todos, ¿no?

R- Una de las esperanzas que tengo es que se vean cada día más angustiados económicamente. Porque la cruz la va a poner cada vez menos gente en la casilla de la declaración de la renta, porque cada vez va menos gente a las iglesias y, por tanto, las donaciones disminuyen a velocidad de vértigo. Y se van ver en una situación en que no les va a quedar más remedio -y es duro y desagradable decirlo- que replantearse muchas cosas.

P- ¿Se deberían replantear algunas cosas por agotamiento? El celibato de los curas, la ordenación de las mujeres, que a mí me parece...

R- ...evidente. Empezando porque Cristo no ordenó mujeres, pero tampoco hombres. Cristo no ordenó a nadie. El otro día, en el blog de Religión Digital, puse yo una entrada sobre eso: El orden no es bíblico ni evangélico, es una institución política del Imperio. Había tres órdenes: el de los caballeros, el de los senadores y la plebe. Y eso lo tomó el clero en el siglo III. Decir que Jesús ordenó sacerdotes a los apóstoles es un despropósito teológico e histórico. Por tanto, ¿por qué no van a poder las mujeres ser sacerdotes? El Concilio dice que el pueblo cristiano tiene derecho a que la Jerarquía lo atienda con la predicación de la Palabra y la administración de los sacramentos. Hoy más de la mitad e las parroquias del mundo no tienen párroco, porque no hay sacerdotes suficientes. Antes que el derecho de la Iglesia a imponer sacerdotes célibes o sólo hombres, está el derecho de los fieles a ser atendidos. Porque lo primero es la Comunidad.

P- Otro asunto que volvió a poner ayer de actualidad el cardenal Rouco es el de la clase de religión. Dice que está marginada, que no se cumplen los acuerdos Iglesia-Estado, que no hay alternativa... ¿Debe seguir le clase de religión en la escuela pública?

R- Tal y como está planteada la clase de religión (ya para eso hay que ver los libros y manuales que ponen en los colegios, censurados por la Conferencia Episcopal), creo que también tendría que haber clase de religión para los musulmanes, para los budistas, etc. Es decir, si la Constitución dice que las creencias religiosas son libres y que el Estado no es confesional, no puede convertirse en ello para un asunto tan importante como es la enseñanza. La Iglesia quiere obligar al Estado a que enseñe religión porque ella se siente incapaz de transmitírsela a los jóvenes. Entonces, los adoctrinan en el colegio.

P- ¿Qué opinión te merece el Papa Ratzinger?

R- En primer lugar, no deberíamos nunca olvidar que la Iglesia es una institución de más de mil millones de creyentes. Y, para gobernarlos a todos, poner a un hombre con esa edad, con un cargo vitalicio que puede prolongarse como en los últimos papados, como Juan Pablo II, que por edad y por salud no podía más el pobre hombre, en una institución de poder centralizado, no lo haría ninguna otra institución en el mundo. Ni lo hace.

La iglesia echa mano del Espíritu Santo cuando le conviene. No echa mano de él cuando oculta a curas pederastas. ¿También el Espíritu Santo inspira eso? Vamos a ser coherentes.

Yo creo que el Papa Ratzinger ha sido un gran teólogo, pero que ya no está, por edad y por salud, en condiciones de ocupar el cargo que ocupa, dado el sistema organizativo que tienen la Iglesia, de un poder concentrado todo en un sólo hombre.

P- ¿Le ves capaz de cambiar el sistema? Por ejemplo, presentar la renuncia, dar paso a otros...

R- No creo que lo haga.

P- ¿Ni es el tiempo ni es la persona?

R- No. Vamos, igual nos da una sorpresa el día que menos esperemos, pero no lo creo. El cambio en la Iglesia no vendrá de arriba. La renovación no vendrá tampoco por movimientos antieclesiásticos (como los Pobres de Lyon y todos aquellos grupos de la Edad Media). Por ahí tampoco. El cambio en la Iglesia tiene que venir en comunión con la Iglesia.

P- ¿Reivindicando desde dentro?

R- Haciéndose todos responsables de su marcha. En la parroquia y en la diócesis. Lo que pasa es que a la gente la han educado para que se calle. Para que vaya a misa el domingo y del resto diga que es "cosa de curas".

P- Y a los movimientos más reivindicativos dentro de la Iglesia se les estigmatiza, se les tacha de "rojos", se les margina...

R- Sí, se les complica la vida. No se les oye. A mí me gustaría que los obispos en cada diócesis recibieran a cada movimiento como reciben a los kikos. A mí me parece muy bien que les reciban entusiasmados, porque son personas de mucha generosidad religiosa y de mucha entrega, que merecen todo el respeto. Pero no deberían olvidar los obispos que también hay muchas personas que, por motivos que ni ellos mismos se atreven a confesar, están ahí, marginados. Ni se les escucha ni se les recibe.

Tengamos anchura de corazón. Jesús comía con los pecadores, recibía a las gentes más marginales y peor vistas, ponía como modelo a un samaritano, acogía a un centurión romano, no hacia diferencias...

P- Y dejaba a las 99 para ir en busca de la descarriada.

R- Claro. Si se le perdía una, iba en busca de ella. Y ahora la impresión que da es que quien está perdido es el obispo.

P- Pero, entonces, "largo me lo fiáis". ¿Hay esperanza de un cambio real cercano?

R- A corto plazo, no. Habría que convocar un concilio, pero hoy, tal y como es la política de nombramientos de obispos de Benedicto XVI, y tal como fue ya la de Juan Pablo II, daría igual. Porque en la mayoría de las diócesis han puesto a hombres orientados en una línea que un concilio no podría cambiar. Habría que pensárselo.

P- Juan XXIII lo hizo en una época tan dura o más que ésta.

R- Es verdad, pero hay una diferencia. Pío XII fue un Papa de una mentalidad muy tradicional y conservadora, que intentó degollar los movimientos renovadores, por ejemplo, la Nouvelle Teologie, de los años 40-50. Y aquellos grandes teólogos, como Rahner, fueron condenados. Pero Pío XII, siendo tan conservador como era, no tuvo miedo en nombrar grandes personalidades como obispos y cardenales. Y por eso fue posible el Concilio. Porque a Juan XXIII no le dio tiempo de renovar el episcopado ni de cambiarlo. El Concilio vino en seguida.

Sin embargo, los dos últimos papas sí han tenido ese miedo.

P- ¿Prefieren nombrar obispos mas fácilmente controlables?

R- Prefieren hombres sumisos.

P- Y Jesús nunca fue un sumiso.

R- ¡No! No fue tampoco un revolucionario alegremente, ni mucho menos peligroso. Andaba siempre con los últimos. Fue un hombre de una libertad absoluta y sorprendente.

Yo recuerdo el pasaje del Evangelio de Lucas en que cuenta que Pilatos había degollado a unos galileos que estaban ofreciendo un sacrificio en el templo o en un lugar sagrado. Entonces, le pusieron una ocasión en bandeja a Jesús para hacer una denuncia contra los romanos, y Jesús no dijo nada. Lo que dijo fue: "Si no os convertís todos, vais a acabar igual".

Jesús interpelaba a la conversión de cada cual. La conversión a los valores del Sermón del Monte y de sus parábolas: Que los últimos son los primeros, que los débiles, los niños, las mujeres, los pecadores, los excluidos, y los indefensos son a los que más hay que cuidar.

Una Iglesia que fuera así, tendría hoy un poder y una fuerza increíbles. Y lo que me da lástima y a veces coraje, es que se agarren a poderes de este mundo.

P- José María, ha sido un placer.

Los que quieran profundizar en su pensamiento de teólogo, pueden comprar su ensayo de cristología. Y los que quieran leerle cada día, pueden acceder a su blog de Religión Digital, Teología sin censura.

Gracias, maestro.

R- Muchas gracias.

jueves, 28 de enero de 2010

FORO HUMANISMO SECULAR





En el Ateneo de Madrid, se realizó la presentación del Foro Humanismo Secular. Intervinieron Fernando Savater, Catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, Paul Cliteur, Catedrático de Jurisprudencia en la Universidad de Leiden (Holanda), Adolf Tobeña, Catedrático de Psicología Médica y Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona. Presenta y modera Teresa Giménez Barbat, presidenta de la asociación Ciutadans de Catalunya y del Foro Humanismo Secular.


Conferencia de Paul Cliteur en la presentación del Foro Humanismo Secular



Señoras y señores
Permítanme empezar dando mis más sinceras gracias por haber sido invitado a participar en esta conferencia en torno al Humanismo Secular. Es para mí un auténtico placer tratar antes ustedes de este asunto tan importante que se encuentra en el núcleo mismo de los desafíos a los que tienen que hacer frente las sociedades multiculturales de la Europa de nuestros días.
¿Cuáles son esos desafíos?
Se diría que el desafío más importante al que se enfrentan las sociedades pluralistas multiculturales es el de cómo pueden sus ciudadanos vivir juntos y pacíficamente a pesar de que procedemos de tradiciones religiosas tan diferentes.
Parece que nos enfrentamos actualmente a lo que podríamos llamar la “paradoja de la secularización”. Por un lado, hoy en día hay más personas que nunca que no suscriben en la creencia en Dios ni en la vida después de la muerte. Por otro lado, nos enfrentamos a un fanatismo religioso de una magnitud y provisto de unos recursos muy superiores a lo que se había visto jamás.
Este nuevo problema cristaliza de forma clara en el terrorismo religioso de nuestros días. El objetivo de mi obra  Esperanto moral. Por una ética laica, publicado este año en español por Los libros del lince, trata de analizar este problema.
1. La influencia de la religión
LO que yo llamo “Esperanto moral” se basa en uno de los supuestos del Humanismo Secular que frecuentemente cae en el olvido. Me refiero al hecho de que las cosmovisiones religiosas tiene una influencia efectiva en lo que la gente piensa y hace. Tal vez parezca una obviedad, pero mi afirmación es bastante más polémica de lo que podría parecer a primera vista. Permítanme que ilustre mi afirmación  aplicándola al fenómeno contemporáneo del terrorismo religioso. Supongamos que pudiésemos preguntarle a Omar Faruk Abdulmuttalab, el joven nigeriano que intentó detonar material explosivo en el vuelo 253 de Amsterdam a Detroit, por los motivos que le condujeron a hacerlo. Su respuesta sería: “Mi religión me lo prescribe.”
Y si preguntásemos a Igal Amir, el hombre que en 1995 asesinó al presidente israelí Yitzak Rabin por qué lo hizo, nos respondería: “Yo tenía el deber religioso de matar a un presidente que quería hacer las paces con los palestinos.” Y si preguntásemos a un ciudadano de los Estados Unidos que mató a un médico de una clínica abortista acerca de por qué lo hizo, nos contestaría: “El aborto es un pecado a los ojos de Dios; tuve que matar al médico para salvar las vidas de los bebés no natos.”
Y si preguntásemos  al hombre que atacó hace unas semanas a Kurt Westergaard, uno de los caricaturistas daneses, este somalí nos contaría que tiene el deber religioso de matar a todo aquel que se burle del profeta o de su Dios.
Lo que pretendo decir con estos ejemplos es que son los propios terroristas religiosos, tanto si proceden de la tradición judía como de la cristiana o la musulmana, hablan clara y abiertamente de sus motivaciones y de cuál es la fuente de inspiración de su conducta. Y, sin embargo, casi ninguno de los analistas occidentales de esta clase de problemas lo enfoca como el choque entre el fanatismo religioso  y la cosmovisión secular. Solo lo ven desde este punto de vista los humanistas seculares, y desde mi punto de vista los humanistas seculares tienen un papel muy importante a la hora de recordarnos a todos lo que la mayoría de la gente parece olvidar: la función que desempeña la religión en los conflictos contemporáneos.
2. Esperanto moral
Tan pronto como admitimos el papel que juega la religión en estos conflictos actuales, también alcanzamos a ver de forma inmediata una “solución” o, por decirlo de forma más modesta, un camino hacia la solución. Los Humanistas Seculares nos pueden enseñar que los ciudadanos pueden convivir pacíficamente y llevar vidas tan satisfactorias como plenas de sentido, sin necesidad de que sus principios morales tengan ninguna clase de fundamentos trascendentalistas. La ética autónoma, la ética no religiosa, la ética que no está basada en la palabra de Dios o en lo que Dios les reveló a sus profetas, es algo perfectamente factible, cosa que se deduce con toda claridad de la admirable obra del profesor Savater, que hoy nos acompaña.
Sería magnífico que la gente admitiera como mínimo que para justificar sus compromisos morales bastaría con una explicación no-religiosa, aunque solo fuese para colocarla al lado de la habitual explicación basada en el lenguaje de la religión. De eso trata lo que he bautizado como “esperanto moral”. En las sociedades multiculturales y profundamente  pluralistas, debemos al menos estar dispuestos a comunicarnos con nuestros vecinos en un lenguaje religiosamente neutro. Esto no equivale a prohibirle a nadie que viva de acuerdo con los principios de inspiración religiosa. Se trata de una proposición meramente práctica que pide que hablemos los unos con los otros con un lenguaje que todo el mundo (o la mayoría de la gente) pueda entender.
3. El estado y la religión
Lo cual me conduce al tercero y último de los temas que quiero plantear: la relación entre estado y religión. El estado puede ser de gran ayuda, y también tener un papel muy negativo, en la superación de los problemas que nos impiden convivir pacíficamente.
Existen cinco modelos de relación entre los estados y las religiones. Son los siguientes:
  1. Ateismo político
  2. Estado religiosamente neutral, o secular
  3. Multiculturalismo
  4. Estado eclesiástico o Leitkultur
  5. Teocracia
Sobre la base de cada uno de estos modelos, el estado puede: 1) rechazar la religión de forma categórica; 2) tratar de mantener la neutralidad ante la religión; 3) tratar por igual todas las religiones; 4) dar prioridad a una religión en particular; y 5) obligar de forma legal a la práctica de una sola religión.
Al primero de estos modelos podríamos llamarlo “ateísmo político” o “ateísmo totalitario”: Para este modelo el ateísmo es una doctrina estatal. El ateísmo no aparece como una convicción de los individuos según los cuales Dios no existe o no encuentran razones convincentes que les hagan pensar en la existencia de Dios, de forma que lo mejor es suspender todo juicio al respecto, sino una política oficial del estado, que pretende erradicar toda simpatía hacia las ideas religiosas en general y la idea de que Dios existe en particular. Los defensores del ateísmo político pretenden que se cree un estado ateo cuya misión consiste en fomentar las convicciones ateas entre sus ciudadanos. Para lo cual, por supuesto, hace falta un estado dotado de un poder inmenso, y la vinculación de este modelo al totalitarismo es evidente. 1 Un estado así necesita controlar la mente de sus ciudadanos hasta en el menor detalle, como ocurría en la ya extinta República Democrática Alemana.
El estado ateo fue implantado con la Revolución Rusa, en 1917, y terminó en 1989 con la caída del muro de Berlín y la disolución consiguiente del Imperio Soviético.  Es  decir que en la mayor parte del Siglo XX una parte considerable del mundo estuvo dominada por el ateísmo político, sobre todo si seguimos los análisis del periodista francés Jean Daniel, según el cual  el Siglo XX comenzó con la Primera Guerra Mundial y concluyó con la Caída del Muro. 2 La actitud del estado en esos sistemas tuvo una influencia decisiva de los escritos de Karl Marx. La religión era, según Marx, una falsa conciencia. La crítica de las religiones formaba parte esencial de la crítica social, en su notable introducción a Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie (1843/44). 3 Es el hombre quien crea su religión, y no la religión la que crea al hombre.
La crítica de Marx es la base de la obra de Lenin y Stalin, que convirtieron esa crítica en una parte esencial de la actividad del estado. Es el estado el que debe liberar al pueblo de las perniciosas ilusiones creadas por la religión. El estado debe liberar al pueblo de la religión por los mismos motivos por los cuales el estado moderno cuida la salud de sus ciudadanos. 4
El segundo modelo es el del estado religiosamente neutro. La forma más conocida de este modelo es la laïcité francesa. La república francesa está organizada sobre la base del principio de esa laïcité, tal como afirmó la comisión creada por el presidente Chirac para reformular los ideales de la República (la comisión Stasi, así llamada por el apellido de su presidente, Bernard Stasi). 5 Todos los estados democráticos respetan la libertad de conciencia y el principio de la no discriminación.  Pero la república francesa está especialmente basada en el principio de la laïcité entendida como un principio fundamental. 6 La laïcité se funda en tres valores indisolubles: libertad de conciencia (“liberté de conscience”), igualdad ante la ley (“égalité en droit”) y la neutralidad del poder político (“neutralité du pouvoir politique”). 7 No debe entenderse en absoluto la laïcité  como algo que infringe la libertad de religión, sino que es aquel valor que permite que cada ciudadano elija por sí mismo lo que quiera creer en todo lo referente a su vida espiritual y religiosa (“sa vie spirituelle ou religieuse”). 8 La igualdad ante la ley prohíbe toda discriminación o uso de la fuerza, y el estado no concede ningún privilegio a ninguno de los credos espirituales.
El tercer modelo es el del estado “multicultural” o “multireligioso”. 9 Este  modelo pretende tratar por igual a todas las religiones ayudándolas a todas en el mismo grado. 10 En otras palabras, el estado  no favorece al cristianismo más que al budismo, o viceversa. Sino que trata por ejemplo al cristianismo a la par que al budismo. Si el cristianismo obtiene subsidios estatales para sus curas, para el mantenimiento de sus templos o la organización de sus obispos, el Budismo puede pedir que se le dé el mismo trato. Si el cristianismo consigue que sus instituciones religiosas sean subvencionadas por el estado, todas las religiones pueden pedir eso mismo. Es lo que los defensores del estado multicultural llaman “trato igualitario”.
A veces, se llama al tercer modelo “pluralismo” o también se habla de “estado pluralista”. Pero lo importante es saber si es o no correcto usar esa denominación. ¿No pretende el segundo de los modelos estar también al servicio del pluralismo? Es como si se pudiera elegir entre dos opciones, la del “pluralismo espontáneo” o “pluralismo no apoyado por el estado” (segundo modelo) y, por otro lado, el “pluralismo organizado por el estado”, es decir el tercero de los modelos.
El cuarto modelo es el que corresponde a la iglesia establecida. En este modelo, el estado y la iglesia establecen unas conexiones muy íntimas en la tarea del mantenimiento del orden público. Lo cual no significa que se prohíban las demás religiones, pero éstas carecen de la primacía otorgada por el sistema a la religión oficial. Esta “discriminación” suele tener una justificación de tipo histórico. La primera religión que alcanzó a establecerse en el territorio del estado se ve favorecida y goza de privilegios especiales, tal como ocurre con la iglesia anglicana en el Reino Unido. 11
El quinto modelo es la teocracia. Se trata del opuesto exacto al modelo del ateísmo político.  Hay una religión que recibe un trato de favor muy por encima de todas las demás, que además son prohibidas, a menudo con el uso en contra de ellas de la ley y la fuerza. Es un modelo que radicaliza la tendencia inherente en el modelo de la religión oficial del estado. Son ejemplos de su aplicación Arabia Saudí e Irán. 12
Desde mi punto de vista, de todos los modelos revisados, el que mejor permitiría fomentar la cohesión social entre los miembros de una sociedad multicultural y pluralista es el segundo. No solo los individuos deberían aprender a hablar este “Esperanto moral”, sino que los estados deberían dar ejemplo de practicar ese idioma.