Hoy me gustaría escribir sobre las flores y los animales pequeños, sobre la belleza, pero en el fondo, en mi interior, percibo que esto sería una evasión. Porque me preocupan los nuevos pobres, intento comprenderlos y ponerme en el lugar de aquellas personas que, teniendo un puesto de trabajo, ya no lo tiene y han venido “a menos”. De una situación de trabajo digno y suficiente, han quedado en paro. Difícilmente se puede aceptar y afrontar con éxito la nueva situación. Nadie nos ha preparado para llegar a ser pobres ni a pensar que algún día podríamos perder la seguridad de la que se gozaba..
Ni el sistema educativo ni la sociedad en general ha favorecido el espíritu de lucha y superación. Por desgracia, se ha extendido demasiado la cultura del mínimo esfuerzo. No hacía falta estar muy preparado para encontrar trabajo. Aquello de “yo trabajo de lo que sea” ha hecho que muchos hayan abandonado el colegio sin haber conseguido una calificación académica. Además, no hacía falta ahorrar para acceder a los bienes de consumo. Tener una nómina, aunque fuese temporal, abría las puertas de una hipoteca. Todo se podía financiar. Nuestro presente se ha construido sobre la base de la deuda.
Podríamos distinguir dos grandes grupos de entre los nuevos pobres. Por una parte, trabajadores por cuenta ajena. Su tipificación podría ser un matrimonio con dos o tres hijos y en el que el padre y la madre trabajaban. Lo normal era que el hombre trabajara en la construcción y la madre en el servicio doméstico. La crisis del “ladrillo” ha mandado al paro al hombre y la actual crisis ha terminado con la aportación económica de la mujer. Desde 2008 se ha agravado la situación de forma casi general. Familias con ingresos entre 1.500 y 1.800 euros mensuales, ahora en paro o en amenaza de quedar en paro, tienen que empezar a pedir alimentos para poder hacer frente a los pagos mensuales de la hipoteca. No son personas en situación de pobreza todavía, pero sí en situación de riesgo si no resuelven pronto sus problemas hipotecarios.
Por otra parte, los autónomos, arrastrando sus antiguos problemas, entran más profundamente en situación de riesgo. Pongamos un ejemplo clarificador. Una pareja regentaba un Bar y cotizaron como autónomos durante ocho años. A partir de 2007 sus situación económica fue empeorando y ya en 2009 no pudieron hacer frente a los gastos fijos del bar ni a la cotización a la Seguridad Social. El cambio de bar lo único que llevaba consigo era la ocultación momentánea de la deuda. Y aquella exclamación, salida de lo más profundo “nosotros lo que queremos es trabajar” recibía el eco de una negativa. De ciudad a ciudad, de servicio social a otro, sin recibir respuesta. En ese trasiego de caminar en busca de lo que no encuentran, surge otra triste exclamación: “siempre pasa lo mismo:” como no estamos empadronados no nos pueden atender”. Y terminan acudiendo a Cáritas. Mientras tanto los políticos miran hacia otros grandes problemas: “subir impuestos” y “mantenerse o conquistar el poder”. Pero la realidad es que nos están naciendo otros “nuevos pobres”.
Ni el sistema educativo ni la sociedad en general ha favorecido el espíritu de lucha y superación. Por desgracia, se ha extendido demasiado la cultura del mínimo esfuerzo. No hacía falta estar muy preparado para encontrar trabajo. Aquello de “yo trabajo de lo que sea” ha hecho que muchos hayan abandonado el colegio sin haber conseguido una calificación académica. Además, no hacía falta ahorrar para acceder a los bienes de consumo. Tener una nómina, aunque fuese temporal, abría las puertas de una hipoteca. Todo se podía financiar. Nuestro presente se ha construido sobre la base de la deuda.
Podríamos distinguir dos grandes grupos de entre los nuevos pobres. Por una parte, trabajadores por cuenta ajena. Su tipificación podría ser un matrimonio con dos o tres hijos y en el que el padre y la madre trabajaban. Lo normal era que el hombre trabajara en la construcción y la madre en el servicio doméstico. La crisis del “ladrillo” ha mandado al paro al hombre y la actual crisis ha terminado con la aportación económica de la mujer. Desde 2008 se ha agravado la situación de forma casi general. Familias con ingresos entre 1.500 y 1.800 euros mensuales, ahora en paro o en amenaza de quedar en paro, tienen que empezar a pedir alimentos para poder hacer frente a los pagos mensuales de la hipoteca. No son personas en situación de pobreza todavía, pero sí en situación de riesgo si no resuelven pronto sus problemas hipotecarios.
Por otra parte, los autónomos, arrastrando sus antiguos problemas, entran más profundamente en situación de riesgo. Pongamos un ejemplo clarificador. Una pareja regentaba un Bar y cotizaron como autónomos durante ocho años. A partir de 2007 sus situación económica fue empeorando y ya en 2009 no pudieron hacer frente a los gastos fijos del bar ni a la cotización a la Seguridad Social. El cambio de bar lo único que llevaba consigo era la ocultación momentánea de la deuda. Y aquella exclamación, salida de lo más profundo “nosotros lo que queremos es trabajar” recibía el eco de una negativa. De ciudad a ciudad, de servicio social a otro, sin recibir respuesta. En ese trasiego de caminar en busca de lo que no encuentran, surge otra triste exclamación: “siempre pasa lo mismo:” como no estamos empadronados no nos pueden atender”. Y terminan acudiendo a Cáritas. Mientras tanto los políticos miran hacia otros grandes problemas: “subir impuestos” y “mantenerse o conquistar el poder”. Pero la realidad es que nos están naciendo otros “nuevos pobres”.
0 comentarios:
Publicar un comentario