jueves, 13 de mayo de 2010

HOMILÍA DEL GENERAL DE LOS JESUITAS

Universidad Centroamericana (UCA)
Managua, Nicaragua , 26 de abril del 2010

Misa ofrecida a las obras de la Compañía de Jesús en Nicaragua, en el marco del 50 Aniversario de la UCA, como parte de la visita realizada por el Padre Nicolás a las obras de la Compañía de Jesús en Centroamérica. 

Primero que todo, quiero darles las gracias por llenar esta sala. He venido con gran emoción porque he seguido muchos años atento a Nicaragua, y ahora el encuentro con ustedes, tan amables y acogedores, es muy conmovedor. Muchas gracias a todos. Pido perdón por el español castellano que tengo que no es tan dulce como el nicaragüense.

Las lecturas que acabamos de escuchar, nos hablan de una crisis, como decía la introductora, un momento en que la iglesia tuvo que cambiar. Al principio pensaba que el mensaje de Jesús, como Él mismo había dicho, “yo he sido enviado para las casas de Israel”, era sólo para los judíos. Entonces, algunos de los discípulos, incluido San Pedro (el Papa), pensaba que los paganos tendrían otros medios para llegar a Dios, porque para ellos esta fe era para un campo reducido, y resulta que se encuentra con lo que acabamos de oír en la primera lectura: Que Dios dirige también su mensaje a los de afuera, a los gentiles. Gracias a este cambio de dirección, todos nosotros estamos aquí hoy.

San Pablo lo entendió muy bien y salió de Israel por todo el mediterráneo hasta España, y cuando los europeos se dieron cuenta que Europa era muy pequeña, y que había mucho más en el mundo que este continente, salieron, y así llegaron a Nicaragua.

Pero no fue fácil. La enseñanza de hoy, lo que nos dice el nuevo testamento, es que esta crisis fue en sí misma lo que era, había resistencia, apego al privilegio de “somos nosotros”: “nosotros somos quienes tenemos la verdad”, “somos los escogidos”, “somos los buenos”. Y este apego, me imagino, no era solamente de los judíos, sino que termina extendiéndose a todo el mundo.

El apego al privilegio de ser llamados “los elegidos” es, y ha sido siempre, la tentación de la iglesia y todas las religiones, incluyendo las sectas. Todo aquel que presenta un mensaje de salvación, un mensaje de esperanza, un mensaje que va más allá de nuestra vida ordinaria, se agarra al privilegio de decir “yo tengo la verdad”. “Nosotros somos lo que sabemos. No vosotros”.

Por eso se da esta crisis y hoy es la misma tentación que se tiene en el mundo, a nivel económico, a nivel político, a nivel religioso. Todos, tarde o temprano, terminamos siendo traficantes, vendedores y viajantes. Siempre estamos vendiendo democracia, sistemas económicos, acciones o religiones. Esto, es una tentación eterna.

Parece como si hubiera poco de todo y como si al repartir tocara menos. Reconocer que Dios es libre y trabaja en el corazón de muchos; que los paganos también están abiertos al evangelio; y que las otras religiones tienen algo de la gracia de Dios. Parece que eso nos preocupa, nos pone en crisis, nos quita el privilegio de ser los únicos; nos quita, no diría soberbia, sino el orgullo de decir “yo tengo la verdad y los demás no”.
Pero el espíritu es muy claro, a como nos ha dicho la lectura: lo que Dios ha hecho es bueno. No lo rechaces ni lo relegues, le ha dicho el Espíritu a San Pedro. Lo que ha hecho Dios es bueno. Y San Pedro lo entiende muy bien: “quién soy yo para rechazar lo que Dios me da, cómo puedo rechazar lo que sobra de Dios”.

Cómo voy a rechazar yo a mi vecino o vecina, si Dios me la ha dado. Cómo voy a rechazar a gente que piensa distinto, si Dios me la ha dado. Hace pocos momentos, he contado a los jesuitas una historia que me impresionó de un místico musulmán. Parece ser que estaba casado con una señora un poco difícil, cosa que pasa a veces. Otras veces es el marido el difícil.

Pues este místico musulmán era un Maestro de vida espiritual y un día llegó un estudiante que quería aprender de su experiencia. Éste llama a la puerta y sale la mujer del Maestro. La señora sale de malas maneras y le pregunta al joven qué quiere, a lo que el pobre chico le responde, yo venía aprender del Maestro Rumey. “A aprender de ese bueno para nada que esta allá, que sirve nada más que para estar sentado escribiendo y pensando. A ese vienes tu a aprender”, sentenció la señora.

Entonces el muchacho, que ya estaba un poco aterrado, se dijo así mismo, ¿Qué pasa aquí? Pronto salió el místico Rumey y le dice al joven ¿Qué pasa? Y éste le pregunta ¿Cómo es posible que usted siendo el gran maestro tenga a esta señora por mujer?, a lo que el místico le dice: “Muchacho, no entiendes nada, tienes mucho que aprender. Todos nosotros somos espejo de Dios. Y Dios me ha dado esta mujer para pulir el espejo”, señaló el Maestro.

Esto lo tenía la iglesia primitiva, pero en medio de crisis, porque no entendían el mensaje de Dios, aquel que le fue dado a San Pedro cuando el Espíritu le dice: No rechaces nada”. Algunos porque son espejos de Dios y otros porque te ayudaran a pulir, pero no rechaces nada. Todo te lo da Dios.

Todos conocemos la historia. Todos conocemos los tiempos en los que habían esclavos; los tiempos de la Colonia; todos los espacios donde un grupo que se creía privilegiado explotaba al prójimo. Esto pasó en el siglo primero, en el siglo 15, en el 17, en el 20 y sigue pasando hoy. Todos sabemos esto.

Aun existe este apego al privilegio, a creerse que uno tiene más derechos que le permiten ignorar al prójimo, y esto no sólo pasa con los gobernantes, también pasa con nosotros: líderes religiosos, líderes de barrios, lideres académicos, en la familia misma, en todo.

Y es por eso que la lectura de hoy tiene un mensaje para todos nosotros. Dios ha hecho ya su elección al crearnos y darnos este mundo, a la naturaleza tan bonita y a las personas tan amables como los nicaragüenses. Dios ha hecho ya su elección y ha dicho: “esta es mi familia”.

Y ahora somos nosotros los que tenemos la elección de de decir lo aceptamos o no. Somos nosotros lo que decidimos qué es lo que viene de Dios y lo que vale; qué es lo que yo quiero. Pedro lo entendió, con miedos, porque lo vemos en los Hechos de los Apóstoles. Pablo lo entiende mejor y corrige a Pedro. Gracias a esto la Iglesia se abre a todos. Es un momento capital en la historia de la iglesia, de abrirse de un mundo cerrado a un mundo abierto; abrirse de la ideología a la vida de todos; de abrirse de una manera teológica de entender Israel, a una manera mucho más teológica de entender a Dios.

Entender que Dios ha escogido desde la creación todo lo que vive, todo lo que es bueno, todo lo que está entorno a nosotros para que lo aceptemos. Y aquí podemos preguntar ¿Y nosotros cómo lo hacemos? Y aquí viene el evangelio de hoy. Jesús nos dice: “Yo soy la Puerta” ¿Quieres aprender a entrar a una nueva comunidad donde Dios es la norma que rige un nuevo mundo donde hay esperanzas y alegrías para todos? Yo soy la puerta, nos dice Jesús.

Pero aún nos dice más, “yo soy la puerta y conozco mis ovejas”. Para poder crear una nueva comunidad lo importante es conocer. Aquí con nosotros hay representantes de CVX (Comunidades de Vida Cristiana), para crear comunidad lo primero es conocerse.

Lo que hace San Pablo es salir de Israel y visitar todo el mediterráneo hasta España. Hasta los bárbaros de España. Si nosotros queremos hacer una sociedad abierta debemos de conocer a nuestra gente, acercarnos a los pobres, hablar con los que sufren, visitar a los enfermos, y entonces, en ese contacto ordinario y regular, comprenderemos que Dios está presente en todo. Si nos separamos y encerramos, nos perderemos de esto.

Esta es una Universidad, y la palabra lo dice, que es una apertura total. Abrirse a las ciencias, a la verdad, a las personas, a lo profundo de la realidad, a la totalidad de la realidad, y para eso debemos exponernos, ponernos en contacto, hablar. Y en esta Universidad (UCA) sucede. Que nos abramos unos a otros para aprender, pero también debemos de abrirnos a los pobres. La Universidad ya tiene tema, éste es la realidad.

Jesús conoce a sus ovejas. No hay evangelización sin conocer a la gente. Hay teorías, pero no evangelización. Si no conocemos a la gente, si la gente no nos toca y nos conmueve, es muy difícil ayudarles, servirles. Lo contrario, es lo querer imponer a los demás lo que tienen que pensar sin saber siquiera donde están, qué piensan.

Hay una sintonía básica entre la comunión de Jesús con los suyos, ese conocerse hace que ese “entre” se hagan sintónicos, y Jesús conoce perfectamente sus ovejas. Sabe dónde son débiles, dónde necesitan ayuda. Jesús es Pastor.

Jesús es puerta, pero también Pastor. Conoce sus ovejas, lo que quiere decir que hay una sintonía afectiva, una amistad. Hay una relación que está viva y es lo que hace posible que Jesús nos pueda ayudar a todos. No es un desconocido, él sabe dónde estamos y quiénes somos.

El genio de la evangelización es provocar la alegría del reconocimiento. Cuando a alguien se le habla de Dios y la persona lo reconoce “eso es lo que buscaba” ¿Por qué muchas veces nos falla la evangelización? porque hablamos de idea. Yo he estado 48 años en Asia, en Japón, en Filipinas, y sé que en muchos sitios nuestra evangelización no ha funcionado. No hemos crecido, quizás porque hemos hablado demasiado mirando atrás.

Hablamos como los europeos, cuando tal vez querían oír una palabra en chino, japonés o filipino, y no me refiero a la lengua, me refiero al corazón. Esto es lo que yo estaba buscando, eso es lo que buscamos en la evangelización. La alegría que Jesús producía es una de las claves para evaluar y re-examinar nuestra evangelización. Cuando hablamos a los demás de Jesús, debemos producir alegría porque comunicamos esperanza. Esto provocará que las personas quieran volver a la iglesia. Si no provocamos este sentir, se marcharán poco a poco.

Entre la primera lectura y el evangelio encontramos una ayuda ¿Cómo podemos encontrar la mejor preparación para el encuentro con los demás? Y el Salmo nos habla de nuestra sed. Lo importante es saber descubrir qué sed tienen los demás, porque todos tienen sed, están buscando algo. Pero están buscando algo que ya no podemos expresar con las palabras de siempre, y por ello debemos de buscar juntos para tocar esa sed profunda.

Hay unos que dicen que la música clásica no les gusta porque no la entienden. Lo mismo pasa con la religión. Los músicos están haciendo lo posible para que a la gente le guste la música clásica. Hay un video en youtube muy bueno de Benjamín Zender. En éste se muestra el esfuerzo que hace por comunicar algo muy profundo de la música clásica a través del piano. Es impresionante hacer gustar una pieza de piano. A mi Chopin nunca me había impresionado personalmente. Dicen que una vez se presentó en el norte Irlanda, en el tiempo que protestaban católicos y protestantes, y al terminar se le presentó un muchacho de 13 años que le dijo que 3 años atrás habían matado a su hermano y que nunca había llorado. Pero que ese día, oyendo a Chopin, había por fin llorado y que se sentía tan bien.

Y lo mismo se puede decir del evangelio. Si un soldado pagano, como lo era el Centurión Cornelio, que es el que Pedro va a saludar, es capaz de recibir el evangelio, todos nosotros también somos capaces de recibirlo, pero tenemos que acercarnos a él.



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