Gustavo Duch
Galicia Hoxe
Andamos cual topos bajo la tierra, ciegos sin saber qué se vierte sobre nosotros. Y como los sombrereros artesanales que inspiraron a Lewis Carroll, aturdidos por la intoxicación crónica de mercurio que inhalaban en su trajín, muchas personas del Planeta somos víctimas de contaminaciones invisibles.
Merçe me informó que, por fin, una sala comercial de Barcelona, proyectaba el documental francés, ’Nuestros hijos (e hijas) nos acusarán’. En los primeros fotogramas el Dr. John Peterson Myers pregunta a los participantes de la sala de la UNESCO que les acoge, ¿quiénes de ustedes tienen familiares o amistades cercanas con cáncer, o qué hayan tenido cáncer? ¿Y diabetes? ¿E infertilidad? Finalmente les pide a aquellos que han levantado la mano alguna vez, que la vuelvan a levantar. El conjunto, cerca de la totalidad, es una muestra de la proporción actual de personas que en nuestro planeta sufren enfermedades que la ciencia cree vinculadas a factores medioambientales.
En Europa, según el documental, el 40% de los casos de cáncer tienen su origen en los tóxicos que ingerimos vía nuestra alimentación. En Francia, el número de hombres con cáncer se incrementó en más de un 90% en los últimos 25 años. La OMS en 1995 presentó un estudio donde estimaban -reconociendo que podía ser muchos más- que cada año 3 millones de personas (mayoritariamente agricultores, agricultoras y sus familias) resultan envenenadas por pesticidas agrícolas.
Pero la agricultura industrial con su paquete agrotóxico va infectando más terreno. Seguramente por eso Myers dice que la actual generación de niñas y niños será la primera de la historia moderna que tendrá peor salud que la de sus progenitores.
Hay evidencias, no esperemos más pruebas. La política, y sus intereses dicen: “Sigan la corriente. Sigan al Conejo Blanco”. Engañan con su Mundo de las Maravillas. Fingen que todo está perfecto.
Merçe no puedo acompañarme al cine, imposible. Sufre Sensibilidad Química Múltiple. Como miles de otras personas que después de una exposición aguda o crónica a plaguicidas, disolventes, barnices, u otros productos químicos, pierden su protección frente a cualquier nueva agresión tóxica. No es un sueño del que pueden, ¡oh Alicia!, despertar.
La FAO en el 2007 corroboró lo ya sabido: que el mundo puede alimentarse sin agricultura química. Entonces cuidemos la tierra y sanaremos a la humanidad.
martes, 11 de mayo de 2010
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